21/8/16

Fondo negro



I

Todo el tiempo la misma mierda
Todo
        el tiempo
                       la misma
                                      mierda.


II

Me c*go en TODOS y cada uno de nosotros.
Me c*go en vos, en mí y en cada uno de nosotros.
Me c*go en ella, en él, en vos, en mí y en cada uno de nosotros.


III

Es un               que
          laberinto       se mezcla
entrelíneasentrelíneasentrelíneas
     que    mezclan       mezclan
           se              y se              .


IV

Y en cada pequeña prosa lepro
                                                  sa
vuelvo a encontrar el sabor de tu mirada
y que no importe si esa frase fue robada
porque al sabor yo lo encontré
un tanto amargo y me tenté.
Prisionero de los sueños
prisionero del dolor
me cansé de ser el dueño
de mi tonto corazón.


V

"No reparé en gastos", me dice el imbécil cada vez que le vuelvo a preguntar qué le pasó. Ni ripirí in guistis, imbécil, bueno para nada. Le pregunto qué hace de la vida y me dice que sólo bombea sangre, pero cada vez que algo malo me pasa, él solito empieza a martirizarse y a retorcerse como si lo estuvieran prendiendo fuego. Un fuego helado. Un fuego infinito. Un fuego helado, infinito y pegajoso. Pegajoso hasta el hartazgo. Lo quema, me quema. Le duele, me duele, nos duele. Estamos conectados, el imbécil y yo. Aunque no nos soportamos y quisiéramos estar a kilómetros de distancia, seguimos conectados. Seguimos. Seguimos juntos, juntando los pedazos de la sombra de un Ayer que está cómodo fingiendo que no es un Hoy. Estamos. El imbécil y yo estamos viendo cómo se desangra la vida de un florero vacío de flores, que gotea la sangre que él se olvido de bombear. Porque estaba "distraído", me dijo. Estaba distraído sufriendo el dolor que yo sufría. ¿A vos te parece? ¿Te parece justo? ¿Por qué se cuelga de mi dolor? ¿Por qué se engancha si lo único que tiene que hacer es bombear y bombear y bombear sangre? ¿Por qué será que me importa tanto como para dedicarle una prosa inútil que quizás nunca se detenga a leer? ¿Pero realmente escribo para que lo lea? Quizás... Quizás sólo escribo para leerme en este espejo de palabras crudas y rancias. Quizás sólo escribo para leerme yo.




25/7/16

Inmóvil


No dejo de mirarte
inmóvil
en tu resplandor

No dejo de esperar
no dejo de pensar
no dejo de dejar
no puedo
no
no puedo

No puedo y no quiero
no
no quiero y quiero
quiero y no quiero
quiero y quiero
te quiero y me pierdo
me pierdo y no
no quiero
no puedo
te quiero
me pierdo
me quedo


Te pierdo




24/7/16

Todo






Todo se puede ir a la mierda en un instante, un insípido instante en el que el tiempo ya no es tiempo y las sombras son sólo un adorno barato al que nunca le quitas el polvillo de cientos y cientos de días.

Todo se puede. 
Todo es posible. Nada es en vano. 
Respirá. Pensá en vos. 
Todo va a estar bien.

Y me pierdo en el cliché de los consejos que día a día me van ayudando a estar un poquitito mejor. Me bancan, lo sé. Me bancan a muerte. ¿Los banco? Quizás. Sé que daría la vida por todos y cada uno de ellos sin importar qué, cuánto ni cómo. ¿Será suficiente? Quizás.

Pero todo se puede ir a la mierda en un instante. El dolor en el pecho, en el núcleo del gran aura que rodea mis latidos. La cabeza que gira y gira y gira. Todo es posible, lo sé. Todo es extraño cuando lo mirás con los ojos lavados que todavía no quisiste secar. Todo es nada cuando respiras despacio para no hacer ruido a llanto afligido. Todo es silencio, y sólo estás vos y tus lágrimas. Respirá, pensás vos. Pensá en vos, suspirás. Y al cabo de unos segundos, parece ser suficiente. Y me vuelvo a perder en el cliché del día a día, en la rutina infinita de buscar cada mañana un motivo para levantarme. Me pierdo. Me levanto sin pensar, despacio para no marearme. Me tapo media cara con la barba recién peinada. Me tapo los ojos con los vidrios torcidos. Todo va a estar bien, me dice el frío cuando abro el portón. Todo va a estar bien.

Pero todo se puede ir a la mierda en un instante.

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18/7/16

Mucho Extraño Te


Y no sé qué hacer.



10/7/16

Dormir y Morir: mucho más que una tonta rima


Dormir es la posibilidad de morir
sin perder la oportunidad
de volver a hacerlo
cada noche.

El café
no es más
que un instinto de supervivencia;
es eso que me mantiene despierto,
que me mantiene vivo
y que pospone
la inevitable
muerte.


Cada noche intento soportar este dolor de cabeza tan intenso, tan normal. Cada noche, me deposito en mi cama, y suelo quedarme boca arriba, estático, casi lúcido pero inmóvil, con la mente no en blanco, sino de mil colores. Quizás ni siquiera son mil, porque sería muy tedioso contar hasta mil, mil colores (sin entrar tanto en el detalle de que, llegado un punto, terminaría inventando absurdos nombres de colores para llegar hasta los codiciosos "mil colores"). Entonces, en mi cama, boca arriba, quieto, todavía casi tan frío como un cadáver; y no hablo de un frío que podría medirse -incorrectamente- con grados celcius, fahrenheit o kelvin; no hablo de temperatura; hablo limitándome únicamente al hecho de sentir, sentir el frío, y no sólo en el cuerpo: sentirlo en ese espacio infinito entre el cuerpo y el alma. Hablo. Hablo por demás. Hablo por los demás hablando solo. Hablo y hablo y pierdo el hilo de lo que estoy hablando. Hablo por demás. Hablo mentalmente hasta que me duermo, ahí, en mi cama, boca arriba, quieto, hecho pedazos. Hablo mentalmente hasta que muero. Muero y descanso cada noche. Me entrego a la muerte, al sueño nunca infinito. Me entrego, me dejo llevar. Me dejo llevar y me encanta. Me dejo llevar, me encanta, me muero, me duermo y sueño. Sueño, sueño y sueño. Sueño cosas lindas, cosas feas, cosas que nadie entendería jamás. Soy libre, sí. Soy libre porque elijo dormir, elijo morir. Y entonces, si puedo presumir que puedo elegir dormir, ¿estaré hablando de suicidio? ¿Estaré afirmando, inconscientemente (aunque ahora ya no tanto), que cada noche tengo el placer de suicidarme?

Si es así, qué suerte la mía.



Volví a escribir. ¿Qué tan bajo caí?
10/07/2016

12/11/12

Por amor al amor del odio

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No me importa lo que digas, lo que pienses o lo que puedas llegar a imaginar. No me importa lo que contás, lo que callás o lo que podés llegar a recordar. No me importa lo que viviste, lo que mentiste o lo que pudiste llegar a perder. No me importa. No me importa y me importa. Me importa porque no me importa. Me importa porque te amo, y me importa porque te odio por hacer que te ame tanto. Porque el odio es casi como el amor, sólo que con palabras bonitas, con flores, con sonrisas. El odio es lo que siento al sentir que te amo y que te amo sin odiarte. Porque el amor no es más que eso, un odio sin odio, un odio con palabras bonitas, con flores, con sonrisas y caricias. El amor es una flecha tirada a la marchanta por alguien que no tenía nada mejor que hacer, alguien que metió amor y odio en la pósima para el amor eterno. Porque eso es el amor, amor y odio con palabras bonitas, con flores, con sonrisas y fechas importantes. El amor se calla la boca cuando le conviene, se mete en un bar para hacer tiempo y vuelve a hablar cuando se da cuenta de lo que tiene en realidad. Porque el amor no es más que eso y un poquito más de aquello que a veces solemos olvidar. El amor... El amor te agota, te lleva a pasear, a correr y hasta te puede hacer odiar. Porque cuando el odio no es como el amor pero con palabras bonitas, con flores, con sonrisas, con caricias y fechas importantes que no se olvidan, el odio es más parecido al odio que al amor; el odio te transforma, se transforma y te obliga a pasear solo, a correr sin pies y a sentirte completamente perdido entre tantos seres extraños que muy alegres se mueven, agarrados de la mano, besándose, tocándose... Y vos, como un absurdo árbol sin hojas en plena primavera, con el sol brillando y el viento soplando a tu favor, te obligás a terminar con esa vida que nunca pudiste empezar.


·

1/11/12

19/10/12

Megalomanía estupefaciente con acción terapéutica



·

Quizás sólo puedan extasiar mis sueños hasta tal punto de ebullición sintagmática en donde jamás vuelva a dormir con un par de versos bajo la almohada. Y quizás sólo puedan borrarme la sinalefa de mi amor para sumarle sílabas a mi tristeza de encías machucadas, viejas y sangrantes por tantas letras masticadas con la furia de un diccionario histérico. Pero yo sé, quizás yo sé que aquellas paredes sin portones que rodean la circunferencia poética que protege a mi corazón de la realidad ajena a mi realidad, jamás volverá a ser derribada por el mismo miedo de todos los días y casi todas mis noches: vivir demasiado para morir tan poco.

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1/7/12

Piedad



Apiádate de mí si crees que hoy muero
y no dejes que mi carne
se hunda demasiado en tu lengua
cuando me saques
del infierno
en el que vivo.
Y apiádate de mí,
macabra sensación de virgen
con dedos de mar,
que hoy muero por tu sangre
y tu sangre fluye por mí,
entre mis dedos
entre mis ojos de rabia
No
entre las dudas de un talvez
cargado de sueños aterciopelados
cuando los niños cantan canciones de adultos
y los no tan niños
corren hacia los médanos
para tocarse hasta acabar
ese juego
           que sus padres empezaron.

22/4/11

Inefablemente Hesperina


·
Envuelto o con paga exacta
vuelvo a beber
la Hesperidina ya oxidada
añejada en la oreja de un silencio uterino,
cayendo, callando y creyendo
en el viejo yeísmo
de la lluvia inflable
.

7/2/11

La lluvia y la muerte


·

Es todo un hermoso viaje a espaldas del parabrisas. El 57 a Luján. Está lleno. Es rápido. Pero el olor a muerte puede respirarse en la lluvia que golpea en el parabrisas que está detrás de mi espalda, detrás de mis ganas de frenar de golpe. ¿Frenar de golpe? ¿Acaso soy yo quien tiene los pies atados a los pedales que manejan mi vida? No. No puedo controlar nada. Ni siquiera mis palabras. Ni siquiera el olor a lluvia de muerte en mi espalda a diez o quince centímetros del parabrisas, el paragotas de sangre transparente con sabor a cuerpo de nada, a ganas de frenar. Frenar de golpe. Sí, de golpe. ¿Dónde están los pedales? Ya no están, contesta la parca que va al volante de este 57 a Luján. Es rápido. Es húmedo. Y no frena de golpe. Despacio. Suben dos personas con cara de vida muerta y se paran a mi lado. Curva. Cinco o diez minutos de un silencio trastornado por el ruido del motor. Luján, llovizna, in-cierta sensación de tierra ahogada. Sabor a lluvia con olor a muertos que están a punto de bajarse por la puerta delantera, la única puerta, y el primero soy yo.

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7/02/2011, 8:35 hs.